DEMOCRACIA PARTICIPATIVA
Reproducimos este articulo publicado también en el medio Infolibre.com y cuyo autor es uno de los miembros del Grupo Promotor del Colectivo de Pensamiento y Debate Crítico - Ateneo Republicano
Estamos en lo que se considera una Democracia Representativa.
Esto significa que los ciudadanos aportamos nuestro voto, cuando se nos pide,
para elegir a los representantes que, basándose en el programa que nos ofrecieron
a los votantes, ejercen las funciones de legislación (Parlamento) y ejecutivas
(Gobierno).
El problema es que las condiciones desde que nos ofrecieron
esos programas cambian y, sobre todo, lo habitual es que, dado que en el
panorama actual las mayorías absolutas no se dan, necesitan llegar a acuerdos
con otros partidos para la aprobación de las leyes. Y en ese momento, ¿qué
tenemos que decir los votantes si no aceptar todo lo que se acuerde? Es decir,
la democracia representativa se basa en la confianza en que los representantes
elegidos serán fieles con los compromisos adquiridos. Pero a veces todo se
destroza, como ciertas cosas que ocurren en el momento actual.
En esta democracia representativa algo falla. No es lógico ni
de recibo la desafección de la calle con la política y los políticos. Y es que
a estos ciudadanos, las peleas, los insultos, los dimes y diretes que pueblan
los noticiarios y las redes les trae “al pairo”. Es decir, los políticos viven
en su bola de cristal, pensando que sus problemas con unos y con otros son
compartidos, cuando la realidad es que mayoritariamente a la gente todo eso les
resbala.
A los ciudadanos lo que les preocupa es llegar a fin de mes,
el poder seguir aguantando las subidas de sus hipotecas, las subidas de precios,
las listas de espera en Sanidad, el funcionamiento y los recursos necesarios en
educación, etc. Temas todos ellos que quedan tapados por discusiones
personales, pobladas de insultos que a nadie interesan si no, como máximo, como
algo esperpéntico.
Todo lo anterior es lo que hace que cuando esa lista
interminable de problemas, muchas veces personales entre unos y otros, aparecen
en sucesión sin límites en telediarios y coloquios de gente experta, los más
cambien a la 2 para ver alguno de sus documentales de animalillos y países
exóticos.
Hace unos días muchos votantes “progresistas”, pero no
iniciados en los temas políticos, más bien seguidores de la 2, se maravillaban
con ojos muy abiertos al ver que se había echado para atrás una Ley gracias a
los votos en contra de PP, Vox y Podemos y la gente ya no entendía nada.
Veamos, le dije a uno de ellos en una conversación, el PCE
era el objetivo de nuestros votos en los inicios de la democracia, después se
convirtió en IU, al que seguimos votando, luego estos fueron “engullidos” por
Podemos, que tuvo mejor visión que IU de lo que acaecía en la Puerta del Sol
pero, no obstante, el PCE revitalizando su conocido “entrismo” en los
Sindicatos Verticales del franquismo, se
fue introduciendo en la nueva organización, cosa que volvieron a repetir cuando
SUMAR apareció en el escenario político, con la intención a su vez de
“engullir” a Podemos. Pero siempre, tanto en IU como en Podemos, hubo gente que
se resistió a esa absorción y quiso seguir manteniendo puras sus banderas. Esos
procesos de absorción han sido siempre lo mismo, dirigidos por unas almas
pensantes que movían el cotarro, unas veces unos y otras otros, al que le
tocase en ese momento. En esas estamos ¿lo entiendes?, le dije.
Pues no, me replicó.
Sí, hombre, los dirigentes de Podemos se resisten a que
alguien, con cierto carisma, venga a imponerles cosas, y tiene que hacer ver su
valía y sus votos. Además, las inquinas que se han forjado entre personas
determinadas en estas luchas, son algo que es un peso enorme a las espaldas de
los posibles acuerdos. De ahí que te encuentres con que se da la situación que
tanto te maravilla: Podemos une sus votos a PP y Vox. Y llama la atención que,
en el fondo, todos los situados en al arco a la izquierda del PSOE quieren
defender los derechos de los más humildes, el progreso y la justicia social. Yo
sé que son honrados y luchan por ello, todos. Sin embargo lo mencionado antes
les pierde.
Esta conversación me dio que pensar en el tema del título del
artículo y a ello voy:
Una Democracia Participativa minimizaría estos problemas,
porque la función de la ciudadanía dejaría en un segundo plano los problemas
personalistas de los partidos que, convencido estoy, aunque honradamente
piensan que están defendiendo a sus votantes, lo que subyace en ellos es una
defensa de su posición dentro del legislativo y frente a personas con las que
ya va a ser imposible llegar a acuerdos.
Una Democracia Participativa potenciaría las formas y herramientas para empoderar a los
ciudadanos, para conseguir una participación más directa y activa en la toma de
decisiones de carácter público, acercando a estos a la política que sería algo
que les pertenecería y no la verían con rechazo como algo ajeno a ellos. Se
trataría de que los ciudadanos pudieran expresarse en temas que no quedarían
delegados en los representantes elegidos. El papel del ciudadano no quedaría
restringido a un voto cada cuatro años. Sería formar a una ciudadanía, desde la
escuela, con capacidad de organizarse para asumir un papel dinámico en los
temas comunes.
Las decisiones de importancia y de calado, tal vez deberían
de pasar previamente por unas consultas populares, si es que lo debatido no
estaba especificado claramente en un programa de gobierno o del partido de que
se trate. Y en los tiempos que corren, con los medios tecnológicos y de
comunicación existentes, no puede decirse que esto sea un objetivo
inalcanzable.
Las Iniciativas Legislativas Populares (que existen, pero que
tal y como se plantean ahora están abocadas al fracaso), Mecanismos prácticos
de participación en todos los niveles (barrio, ciudad, Comunidad, Estado), los
Referendums (algo habitual en otros países con consultas en temas diversos),
los Plebiscitos, etc. Todo ello sería una forma de control sobre los representantes
elegidos y, ¿por qué no decirlo?, también de apoyo, a lo largo de su
legislatura.
Pero es que esto mismo ha de traducirse en la vida de los
partidos. Hay decisiones de importancia que no deben quedar delegados en las
manos de los que los lideren en cada momento. Decisiones como votaciones de
calado en el Legislativo, deberían ser consultados previamente a los
militantes. ¿Qué hubiera pasado en Podemos, previamente a lo que se votó en el
Parlamento, si antes se hubiera debatido y aprobado entre la militancia? Tal
vez hubiera sido el resultado el mismo, pero ya no habría sido la decisión de
un grupo dirigente y nadie podría echarse las manos a la cabeza.
Tal vez, mecanismos como los que se indican acercarían a la
ciudadanía a la política y a los políticos, separando el trigo de la paja y
fijando la política en los temas realmente importantes para los ciudadanos.
Tal vez, entonces, nadie tendría que sorprenderse de por qué
un partido de izquierdas une sus votos (o tal vez no los hubiera unido) a la
derecha y ultraderecha, cuando partidos como Bildu y ERC han votado en otro
sentido. Tal vez la política sería más cercana y entendible, tal vez no se
darían las luchas que se ven (de lejos) por los ciudadanos entre partidos que
se supone representan los intereses de la clase trabajadora. Tal vez
el/la/los/las que dirigieran esos partidos tendrían mucho menor poder en la
toma de decisiones.
Y sobre todo: Tal vez, en ese caso, la tan añorada unidad de
la izquierda estaría más cercana.
Ángel
Viviente Core
Coordinador
General Convocatoria Cívica
Colectivo de Pensamiento y Debate Crítico-Ateneo Republicano
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