Vivienda ¿ Derecho o negocio?
Reproducimos artículo de uno de nuestros miembros, Javier Madrazo publicado en Diario Público el 16-12-2024 https://espacio-publico.com/vivienda-derecho-o-negocio
La
vivienda constituye el problema que más preocupa en España, especialmente entre
las personas más jóvenes. Comprar o alquilar un espacio en el que habitar es un
lujo al alcance de una minoría. Por ello, sorprende tanto que haya sido
necesario esperar hasta mayo de 2023 para que una ley aprobada en el Congreso,
con el apoyo de las fuerzas de la izquierda progresista, reconozca, 45 años
después de ser promulgado el artículo 47 de la Constitución, que el derecho
a la vivienda es un derecho de ciudadanía. Esta declaración,
ratificada ahora por el Tribunal Constitucional, la incluyó hace más de quince
años Izquierda Unida-Ezker Batua en el Proyecto de Ley de Vivienda de Euskadi,
cuando esta formación fue responsable del Departamento de Vivienda y Asuntos
Sociales del Ejecutivo vasco.
Llama
la atención no sólo el larguísimo periodo de tiempo transcurrido sino, muy
particularmente, que la propia existencia de este derecho a la vivienda
siga siendo todavía a día hoy objeto de debate en la esfera pública y en los
tribunales.
Así
hemos llegado al punto crítico actual. Las Administraciones públicas,
“competentes” en vivienda, nunca han mostrado sensibilidad suficiente ante la
urgencia de abordar un déficit democrático de esta naturaleza. Hasta ahora, ha
dado igual que gobierne el PSOE, el PP, JUNTS o el PNV. Su concepción ha estado
sometida a los dictados del llamado capitalismo del ladrillo. La especulación
ha sido su hoja de ruta. Es decir, el derecho a la vivienda lo circunscriben
sólo a la obligación de que se aprueben planes testimoniales para “hacer algo”
en materia de vivienda con el fin de ayudar a las personas con menos recursos a
su incorporación al mercado inmobiliario. La “vivienda de protección oficial”,
entendida como vivienda subvencionada para su posterior incorporación al
mercado libre, es heredera de esta estrategia.
Es
muy acertada la expresión de que en España no se ha hecho política de vivienda
sino política inmobiliaria. Porque lo importante para el Estado, en
último término, es garantizar que el mercado inmobiliario funcione.
El
“rescate bancario” es un buen ejemplo de ello: el fin último no fue proteger a
las personas desahuciadas, que fueron objeto de desahucio sistemático de sus
viviendas, sino proteger y preservar el negocio de las entidades financieras
con dinero público. Y, más grave aún, ni siquiera se han planteado reconducir
ese dinero público para poder generar con ello un parque público de vivienda en
alquiler asequible. Al contrario, han reincorporado nuevamente los fallidos
hipotecarios en el mercado inmobiliario con importantes rebajas, lo que ha
facilitado la llegada de “fondos buitre”, que han comprado inmuebles a precio
de saldo para poder especular y enriquecerse con ellos. La venta a estos fondos
de inversión, con el visto bueno de las Administraciones públicas, del escaso
parque público de vivienda de la Comunidad de Madrid, anulada posteriormente
por los Tribunales, constituye el exponente máximo de este despropósito.
Tampoco
hace falta remontarse muy lejos en el tiempo para recordar la célebre frase del
anterior ministro de vivienda socialista, cuando dijo que la vivienda es
efectivamente un derecho de la ciudadanía pero que hay que ser muy cautos
porque también es un bien de mercado. Lo que realmente esconde esta frase es
que el derecho a la vivienda va a tener como límite el funcionamiento del
mercado y, en último término, la garantía de la integridad de la propiedad
privada como fundamento del mismo.
El
derecho a la vivienda es un derecho subjetivo de la ciudadanía, por lo que no
tiene sentido desasimilar este de otros derechos, propios del estado de
bienestar, como la sanidad o la educación.
Así
lo defendió Izquierda Unida-Ezker Batua en el Gobierno Vasco en el
período 2001-2009. Abrimos entonces un debate clave, que terminará por
imponerse, pese a la presión de constructoras y promotoras, amparadas por el
poder político.
Uno
de los modelos en los que nos inspiramos fue Viena. En esta
ciudad han venido realizando una inversión pública sostenida en el tiempo,
desde hace ya más de cien años, al punto que han conseguido que el 40% de la
vivienda de la ciudad sea hoy de titularidad pública; otro 40% es vivienda
“concertada” y a precios asequibles bien con entidades privadas sin ánimo de
lucro o con ánimo de lucro limitado por sus estatutos sociales. Por el
contrario, otras ciudades europeas de tradición socialdemócrata, como
Ámsterdam, descartaron seguir este camino y vendieron parte de su parque
público de vivienda.
Así
se explica que la capital austriaca resista, y se mantenga inmune, ante los
abusos y desmanes del mercado inmobiliario, mientras que las grandes ciudades
europeas están sufriendo muy importantes tensiones de precios en el mercado del
alquiler de vivienda, que aboca a la expulsión a las capas sociales menos
pudientes, en especial, jóvenes y trabajadores. La imposibilidad de poder
disponer de una vivienda digna está generando un importante malestar ciudadano
que, en última instancia, ha terminado siendo el caldo de cultivo propicio para
posibilitar la proliferación de los partidos de ultraderecha. La
socialdemocracia está perdiendo esta batalla de la vivienda también a nivel
europeo.
En
España estamos muy lejos de Viena y, por desgracia, muy cerca de países que
expulsan a sus habitantes de las ciudades por no poder pagar ni siquiera el
precio medio de una habitación. La precariedad laboral, los bajos salarios y la
inflación agravan aún más la situación.
Aunque
la idea de la imperiosa y urgente necesidad de replantear y entender
ahora la vivienda como un verdadero servicio público va
ganando terreno en nuestro país, el panorama es desolador atendiendo a las
partidas económicas de los presupuestos de las respectivas administraciones.
Creeré las palabras de quienes gobiernan en la actualidad, en las distintas
instituciones competentes en materia de vivienda, cuando destinen a este
capítulo partidas presupuestarias suficientes para consolidar un parque público
adecuado a la demanda existente. Es muy complicado, por no decir imposible,
hacer política de vivienda real sin presupuestos.
Pedro
Sánchez puede mirar el caso vasco. Hace ya más de veinte años
sentamos las bases para poder generar un parque público o concertado de
alquiler social y asequible. Nos encontramos entonces con un parque público de
no más de 1.000 viviendas y en ocho años lo elevamos a más de 27.000 viviendas
en alquiler asequible –casi 17.000 públicas y el resto concertadas-; el 3% del
parque total de vivienda de la CAPV.
Modificamos
la legislación para prohibir que la vivienda protegida –también la privada– se
incorporara al mercado prescribiendo la calificación permanente en su condición
de vivienda protegida, que hoy, por fin, se reclama desde el Estado y a la que
numerosas Comunidades se oponen. En Euskadi se ha conseguido así que 60.000
viviendas –el 6,3% del parque de viviendas– queden a día de hoy fuera de la
lógica del mercado inmobiliario; no son viviendas públicas, pero, al menos, de
por vida, sí están bajo la supervisión de lo público y mantienen su condición
de asequibilidad.
Es
cierto que la ley estatal por el derecho a la vivienda de 2023 no es la
solución y, desde luego, se podía haber llegado bastante más lejos; no
obstante, sí viene a marcar un cambio de paradigma en la forma de entender el
problema de la vivienda, afrontado desde la óptica del derecho de la
ciudadanía, que abre posibilidades de actuación a las administraciones. A día
de hoy sólo una conjunción de medidas –de inversión pública en la generación de
un parque público de vivienda-, combinado con medidas de fomento y también de
intervención el mercado, movilizando viviendas desocupadas y limitando los
precios de los alquileres, incidiendo, muy en particular, en la responsabilidad
de los grandes tenedores de viviendas puede ayudarnos a hacer frente a esta
“tormenta perfecta” en la que hemos convertido el acceso a la vivienda. Sólo
así lograremos que el derecho subjetivo a un lugar en el que habitar sea una
realidad y no una quimera.
El
mensaje está claro: hay alternativa; querer es poder; el problema es saber de
qué lado se está: o con las élites inmobiliarias o con la ciudadanía.
Javier Madrazo. Ateneo Republicano.
Ex Consejero de Vivienda y Asuntos Sociales Gobierno Vasco 2001-09
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